“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.” (Efesios 1:4-6 RVR95)
El capítulo primero de la carta a los Efesios es un poema escrito por Pablo, donde alaba al Padre por todas las maravillas que en y por Cristo han sido hechas. Si bien, Dios nos amó primero también nos escogió para darnos propósito en Cristo y ser bendecidos en él. El Espíritu Santo quien inspiró la palabra de Dios, nos explica que es sólo por gracia (regalo dado siendo inmerecido) que ha sido despejado el camino para entender el verdadero propósito de nuestra vida.
Quizá esto parezca un trabalenguas, entonces veámoslo con más cuidado. En todo el primer capítulo vemos el reflejo de la Trinidad, Pablo inicia hablando del Padre (v.3-4 y continúa en 17-18), luego del Hijo (v.5-12) y finaliza mencionando al Espíritu Santo (v.13-14 y 19-22), mostrando su unidad y trabajo en conjunto.
Los glorioso de este pasaje, es que nos enseña que en cada persona de la Trinidad somos bendecidos:
Somos bendecidos en el Padre (v.3-6), con toda bendición espiritual, porque hemos sido escogidos para vivir apartados para él y ser adoptados como sus hijos por medio de Jesús, utilizando el canal de la gracia, con la cual somos aceptados en una nueva familia. Lo que constituye el cumplimiento de la promesa que un día el Padre hizo a Abraham, levantando la familia del pacto en donde tienen entrada tanto judíos como no judíos (Hechos 2).
Somos bendecidos en el Hijo (v.7-13). El precio de su sangre es el pago por nuestra redención. Su gracia infinita nos da el perdón de la larga lista de nuestros pecados. Gracias a él, somos dignos de conocer el misterio de su voluntad. Nos ha dado una maravillosa herencia a fin de que seamos para alabanza de su gloria. Una vez escuchamos la buena noticia de nuestra salvación y creemos en él, es decir, en la verdad de la cruz, somos sellados con el Espíritu Santo, la promesa, aquel por quien Jesús mismo dijo que nos convenía que El fuera al Padre para que nos fuera entregado. Un sello divino que confirma que le pertenecemos y que la obra realizada se encuentra completa, porque no pones un sello a documento sin terminar.
Somos bendecidos en el Espíritu Santo (v.14). Una vez hemos sido sellados no hay nada ni nadie que pueda robarnos la herencia futura que como hijos de Dios hemos adquirido porque él mismo es nuestra garantía (“las arras”) hasta que nos reunamos con Cristo en el cielo y nos regocijemos en él.
En la Trinidad somos tres veces bendecidos. Esto es tan grande, poderoso y maravilloso que Pablo finaliza con una oración para que los creyentes de Éfeso (hoy nosotros), tengan la capacidad de entender, escudriñar en la gloria de Cristo, su presencia, la extraordinaria grandeza de su poder según el operar o mover del Espíritu Santo, que es Omnipotente porque fue la fuerza que operó en Cristo resucitándole y dándole el lugar en el trono de gobierno de los lugares celestiales para siempre, “sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies…” (Efesios 1:21-22a).
Tiempo de Hablar con Dios: Amado Rey, precioso Salvador, glorioso Espíritu de Dios a ti sea toda la gloria, la alabanza y el honor. Hoy te rogamos que podamos tener siempre un corazón agradecido y vivamos una vida conforme a las extraordinarias bendiciones que nos has dado. Gracias porque en Jesús lo tenemos todo, tenemos herencia, identidad y propósito, estamos completos en él, gracias porque no hay nada ni nadie que pueda arrebatarnos nuestra herencia eterna porque la sellaste con tu Espíritu y en él nos diste el poder para testificar de estas maravillas, queremos ser dignos de tan sublimes bendiciones. En el nombre de Jesús, amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de refugio (KMR)
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