“¿Cómo puede un joven mantenerse puro? Obedeciendo tu palabra. Me esforcé tanto por encontrarte; no permitas que me aleje de tus mandatos. He guardado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti. Te alabo, Oh Señor; enséñame tus decretos. Recité en voz alta todas las ordenanzas que nos has dado. Me alegré en tus leyes tanto como en las riquezas. Estudiaré tus mandamientos y reflexionaré sobre tus caminos. Me deleitaré en tus decretos y no olvidaré tu palabra.” (Salmos 119:9-16 NTV)
Cuando creces en un ambiente de escases hay algo que enmarca siempre tu actitud frente a las cosas, es el valorar todo que tienes, recibes o alcanzas, claro está que una vez puesto en manos de Dios, esto está fuera de todo apego por lo material. Hay cosas en la vida que nos cuesta obtener y cuando las alcanzamos, las valoramos tanto que queremos guardarlas en una caja fuerte para que perduren por mucho tiempo…
El tesoro que encontró el salmista no fue fácil de hallar. Si trasladamos a la actualidad esta palabra, podríamos pensar que no necesitamos mayor esfuerzo para encontrar la Palabra de Dios, por ahora, es algo que fácilmente tenemos al alcance y encontramos tan sólo dando clic en un buscador de internet, pero aquel que con todo el corazón ha buscado (RVR95) es quien realmente puede encontrarse con el Señor de la Palabra, por eso ruega que nada lo aleje de ella, porque ella lo mantiene cerca de Él.
Una vez descubres que ella es la que te mantiene cerca de lo que más amas, quieres guardarla y llevarla contigo, quieres tenerla presente para agradar al Señor de la palabra, no quieres que nada de lo que hagas borre la sonrisa de su rostro, porque amas verle sonreír.
Pero, como cualquiera que encuentra un tesoro, quieres que este perdure, que no se agote y hasta se multiplique, por eso insiste “enséñame tus decretos”, porque es que mientras más la leo más te conozco, más sé de Ti. Y así como las canciones de amor que cantamos a gran voz recordando el amor, así “con mis labios (RVR95) recité en voz alta”, porque quiero que todos mis sentidos la escuchen, la aprendan, como una serenata que entonas tan alto para que la persona amada se despierte y pueda salir a la ventana a tu encuentro.
El camino escudriñando la Palabra de Dios debe ser una constante, es un proceso continuo que nunca termina. Este tesoro que es la palabra tiene tantas riquezas que podemos diariamente, sacar monedas de oro del baúl y no van a escasear nunca. Por siglos, gente muy poderosa ha tratado de opacarla, destruirla, ocultarla pero todos han sido esfuerzos en vano.
“porque: Toda carne es como hierba y toda la gloria del hombre como flor de la hierba; la hierba se seca y la flor se cae, mas la palabra del Señor permanece para siempre.” (1 Pedro 1:24-25 RVR95)
Bendito Espíritu de Dios, gracias por inspirar la Palabra, ayúdanos a hacer de ella nuestro más preciado tesoro, que nos revela la riqueza incomparable de Tu verdad, de Tu amor para la humanidad, porque nos muestra que tenemos un propósito en esta vida y no estamos aquí por casualidad, ayúdanos a guardarla, vivirla y hacerla real, que el brillo de su riqueza pueda reflejarse en nuestra vida. ¡En el nombre de Jesús, amén!
KMR – Casa de Refugio
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