Hageo 1:1-9 NTV: “El 29 de agosto del segundo año del reinado del rey Darío, el Señor dio un mensaje por medio del profeta Hageo a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Jesúa, hijo de Jehosadac, el sumo sacerdote: «Esto es lo que dice el Señor de los Ejércitos Celestiales: el pueblo alega: “Todavía no ha llegado el momento para reconstruir la casa del Señor”». Entonces el Señor envió el siguiente mensaje por medio del profeta Hageo: «¿Por qué viven ustedes en casas lujosas mientras mi casa permanece en ruinas?». Esto es lo que dice el Señor de los Ejércitos Celestiales: «¡Miren lo que les está pasando! Han sembrado mucho pero cosechado poco; comen pero no quedan satisfechos; beben pero aún tienen sed; se abrigan pero todavía tienen frío. Sus salarios desaparecen, ¡como si los echaran en bolsillos llenos de agujeros!”. Esto es lo que dice el Señor de los Ejércitos Celestiales: «¡Miren lo que les está pasando! Vayan ahora a los montes, traigan madera y reconstruyan mi casa. Entonces me complaceré en ella y me sentiré honrado, dice el Señor. Esperaban cosechas abundantes, pero fueron pobres; y cuando trajeron la cosecha a su casa, yo la hice desaparecer con un soplo. ¿Por qué? Porque mi casa está en ruinas, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, mientras ustedes se ocupan de construir sus elegantes casas.
En este pasaje El Señor hace un claro llamado para reconstruir el templo, porque el pueblo pensaba que aún no era el tiempo de hacerlo. Sin embargo, si se habían ocupado en tener sus casa bien acondicionadas y lujosas, pero la casa del Señor estaba en ruinas, y a pesar de que el pueblo trabajaba en pro de conseguir cosas, los frutos que recogían no eran acordes con sus esfuerzos, no tenían plena satisfacción en lo que hacían.
El Señor hoy en día nos da un claro mensaje acerca de esto. Esas casas lujosas representan todas aquellas cosas que se han llevado toda nuestra atención y dedicación, que se han convertido en nuestra prioridad dejando de lado nuestra relación con Dios, que debe ser lo primero. El resultado de este descuido espiritual es que por más que trabajemos, invirtamos, planifiquemos y ejecutemos, nunca vamos a estar satisfechos, porque solamente cuando tengamos al Señor como nuestra prioridad y vivamos vidas consagradas para Él, entonces tendremos plenitud.
En el relato del profeta Hageo, el Señor ordenó al pueblo dirigirse a los montes y recolectar madera para reconstruir el templo. Hoy en día ese monte representa la búsqueda de nuestro encuentro íntimo con Dios, ese acto de cerrar la puerta de la habitación, y siendo muy intencionales, tener esos tiempos de oración, de adoración, de ayuno, de meditación en la palabra, esa intimidad que nos acerca al Padre. Entonces Él nos dará esa buena madera, que son los dones que van a edificar nuestra vida, y van a servir a otros.
Somos el templo del Espíritu Santo desde el mismo momento que aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, ese templo solamente estará pleno cuando esté lleno de la presencia de Dios. Ningún trabajo, pasatiempo, ser humano, o cualquier cosa diferente de Dios podrá darnos la satisfacción que nos dará El Señor, hemos sido diseñados por él y para él.
Esforzarnos por prosperar no está mal, de hecho, la Biblia nos enseña que la bendición de Jehová es la que enriquece y no añade tristeza con ella, pero nuestra prioridad debe ser Él. El tesoro de nuestros corazones debe ser celestial, su enfoque El Padre, su Reino, su justicia y todo lo demás será añadido.
La edificación de nuestro templo es una tarea continua, por tanto, nuestra prioridad debe seguir siendo El Señor y el motivo de nuestra adoración, así nuestras vidas no serán desperdiciadas y gozaremos de la mejor relación que pueda existir, que es la del deleite con El Padre.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (JENM)
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