“Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos sabios, preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo.” (Mateo 2:1-2 RVR95)
El viaje de la promesa de un rey inició en el huerto del Edén tras la caída del hombre. Años más tarde Dios escoge a uno de los patriarcas de Israel para continuar esta palabra y prometer que a través de su familia, la bondad y la bendición serían restaurados en la tierra. Continuando su recorrido, llega hasta uno de los hijos de Jacob, Judá, quien recibió la promesa a través de su padre de que un rey vendría de su descendencia y sería seguido por todo el mundo (Génesis 49:8-12).
El primer rey que conocemos de la línea de Judá es David, desde aquí la promesa empieza a tomar forma, pero no era él el rey esperado, porque, aunque la biblia lo describe como un hombre conforme al corazón de Dios, en su ADN se encontraba la naturaleza pecaminosa, lo que se encargó de manchar su reinado. Sin embargo, a través de él Dios recuerda esta promesa, el rey vendría de su descendencia, la esperanza inextinguible de un mejor futuro brillaba de nuevo (2 Samuel 7). Pero, los reinados de sus hijos se rindieron ante el pecado hasta que llevaron a Jerusalén a su caída y la entregaron a la esclavitud de la Gran Babilonia, aquí terminó la monarquía y parecía que la promesa de un gran rey se desvanecía.
¿La promesa de Dios sucumbió ante la maldad y desobediencia de los hombres? No, para dar esperanza a su pueblo Dios levantó a los profetas, durante años sus voces proclamaron la venida de este gran rey y recordaron la promesa de restauración del bien para toda la humanidad a través de Él.
“Pero tú, Belén Efrata, tan pequeña entre las familias de Judá, de ti ha de salir el que será el Señor de Israel, sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad…” (Miqueas 5:2 RVR95)
El tiempo del cumplimiento de la promesa llegó a su fin, su viaje fue de más de 2.170 años aproximadamente, el rey ya estaba en camino, mientras el pueblo de Israel era gobernado por el Imperio Romano. El Nuevo Testamento nos revela a Jesús, nos enseña que El viene del linaje de David; y también las circunstancias de su nacimiento, el Rey prometido ni siquiera tenía un lugar dónde posar. El Mesías, El Salvador, El Deseado de las naciones venía para quitar a los gobernantes de sus tronos y exaltar al pobre y al humilde, un rey que venía para poner de cabeza el orden del mundo mostrando la verdadera justicia y equidad.
¡Llegó el día! Es noche de gozo y adoración, “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz” (Lucas 2:14). El cielo brilla más que nunca, y desde el oriente sabios hacen un largo recorrido para conocer la promesa hecha realidad. EL REY NACIÓ y lo primero que brota del corazón es adoración y es que, ¡no dan ganas de nada más!, sólo de contemplarlo y adorarlo.
Un niño ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, nuestro REY NACIÓ y la esperanza brilla más que nunca, lo mejor de todo es que El volverá y TODAS las naciones de la tierra se inclinarán ante el Único y Verdadero Rey de todo el universo, ¿te imaginas ese momento?
“…os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:10-11 RVR95). ¡UN REY NACIÓ, FELIZ NAVIDAD! K
MR – Casa de Refugio
Leave a Reply