Una Celebración Perpetua
Mateo 26: 17- 28 RVR1960: “El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? 18 Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. 19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. 20 Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. 21 Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? 23 Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me va a entregar. 24 A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. 25 Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho. 26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
 
La pascua es la celebración de un nuevo comienzo, el comienzo de la liberación de la esclavitud y salvación de nuestra sentencia de muerte a causa del pecado. Su inicio se generó cuando Dios liberó de la esclavitud de Egipto al pueblo de Israel, dándoles un nuevo comienzo en Dios.
Sin embargo hoy, la celebración de la pascua debe ser individual, pues debe ser celebrada por quiénes creemos en Cristo, y creer en Él es una decisión personal, por eso a pesar de ser luz en nuestra casa, cada uno de nuestros allegados debe comer por sí mismo de ella.

Volviendo al pasaje central, Jesús se sienta a la mesa con sus discípulos para comer la pascua y habla sobre la traición de uno de ellos. Al preguntar Judas si sería él quién lo entregaría, Jesús responde: “tú lo has dicho” y es impresionante ver cómo a pesar de esta confirmación, Jesús comparte la cena con él. Es inevitable reflexionar sobre cuántas veces hemos traicionado al Señor con nuestros pecados, con nuestras palabras, obras y pensamientos, cuántas veces hemos cambiado su presencia por cosas pasajeras, olvidando que Él fue el Cordero que fue enviado para salvar nuestra alma, siendo la única forma de ser perdonados y redimidos.

Hoy somos llamados a tomar la copa que representa la sangre de Cristo que fue derramada para remisión de nuestros pecados, por ello nuestra meta siempre debe ser parecernos a Cristo, perdonando a quiénes nos ofenden y dañan como Él nos perdonó.
Celebremos perpetuamente su sacrificio para recordar que Él salvó nuestra vida de la esclavitud y muerte.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (MM)
#MiMetaEsPerdonar

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