Una Fe que Anticipa Bendiciones
Mateo 15:25-28 RVR1960: “25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.”

El contexto de este pasaje hace referencia a un clamor que hace una madre a Jesus por su hija que se encontraba tomada por el demonio. En el evangelio de Mateo la describe como Cananea y en el de Marcos (Marcos 7:24-30) como Sirofenicia, con lo cual la Palabra nos quiere hacer saber, en términos sencillos, que no era una mujer judía, es decir, no pertenecía al pueblo escogido por Dios para primeramente recibir las buenas noticias de salvación.

Esto no define la exclusividad de la salvación en el pueblo de Israel, pero sí el orden de Dios establecido para Su Bendición, atado a Su Omnisciencia, pues aunque El sabia que su hijo seria rechazado, quiso darle prioridad a su pueblo para recibir las buenas nuevas, por ello, entre otras cosas, el mandato de Jesús a los discípulos inicialmente fue: «Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mateo 10:5-6 RVR1960). Jesús sabía que primero debía rescatar las ovejas perdidas de Israel, pero también sabia que vendría el tiempo de bendecir a gentiles, y esa es la razón por la que le responde de esa forma a la madre que imploraba por la libertad espiritual de su hija. Respuesta que “al romper” parece un poco tosca de parte de Jesús, sin hablar de la queja de los discípulos que le expresan su molestia a Jesus, por los gritos de la madre angustiada.

Sin embargo, hay una circunstancia que marca la diferencia para Jesús, y es la insistencia de esta madre, la fe con que ella persistía en su pedimento ante el Mesías que ella sí reconocía y que le costaba tanto reconocer al pueblo judío, al punto que hoy son muchos los que no le reconocen.

Me causa asombro la misericordia del Señor Jesucristo pues, de alguna manera quiso anticiparse en el orden de las bendiciones con los gentiles o los no judíos, como lo hizo, tanto con esta mujer, como con el Centurión (Mateo 8:5-13), y hay un común denominador en estas historias sagradas, los dos intercedieron por otro, la mujer Siro fenicia por su hija y el centurión por su siervo, los dos fueron movidos por el amor a sus seres queridos, los dos demostraron una humildad incomparable ante Jesús, los dos no necesitaron ver el milagro para creerlo como cumplido, pero lo mas impactante, los dos maravillaron a Cristo por su fe.

Ahora bien, como madre, bendecida con el regalo que Dios me dio hace 10 años, como respuesta a Su fidelidad, no son pocos los días en que me encuentro en preocupación por mi retoño, desde su salud, su educación, sus emociones, pasando por su desarrollo personal, pero principalmente me inquieta el camino de su fe, pues la influencia del mundo hace que cada vez los demonios se nos cuelen a nuestras casas a través de una pantalla o tendencia de moda, buscando minar nuestra confianza en Dios.

En esta posición en que me encuentro hoy, he pensado mucho en mi madre y he podido recordar y sobre todo entender sus preocupaciones cuando yo era una niña, en particular de las personas que me pudieron rodear y que ella no las tenía en aprobación. Y es que tal vez años atrás eran mas detectables, por decirlo así, aquellos modelos o influencias negativas en los menores, hoy por hoy el orden mundial ha marcado bajo el argumento de modernidad un camino por el que se cuelan creencias, comportamientos y tendencias que promueven la justificación de los actos y de la superación personal por el acto propio y no por la motivación en la fe en Dios; una tendencia en la que en el mínimo esfuerzo y rápida obtención del éxito está la aprobación de muchos, dejando atrás la perseverancia y constancia en el camino Divino.

Por eso hoy quiero orar ante el Padre Celestial y darle en primera medida gracias a Él, por poner en nuestras madres la unción de interceder por sus hijos para anticiparnos la bendición de salvación, estoy segura de que la misericordia de Dios y el ruego de nuestras madres nos salvó de muchas circunstancias en el pasado.

Así mismo, pido al Padre, nos entregue en el nombre de su perfecto hijo Jesucristo, una doble porción de Fe, como la de mujer Sirofenicia, para reconocer que solo en El podemos poner en cuidado a nuestros hijos, sobrinos, nietos, ahijados y amigos pequeños, solo a partir de Él, de su conocimiento y la propagación de su Palabra, podemos echar fuera los demonios que persiguen la generación de nuestros hijos.

Debemos persistir en la oración por las generaciones, en fomentar en ellos, como adultos en la fe que perseverar en la obra de Cristo, demanda sacrificios, paciencia y espera, y que aunque el amor de una madre es muy grande y valioso ante los ojos de Dios en intercesión, el Amor de Dios es mucho más grande para con nosotros y Su Misericordia la alcanzamos por medio de una fe inquebrantable.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio. OLAM

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