Una voz que clama por ¡Misericordia!
Mateo 18:23-35 RVR1960: “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”.

La porción de la escritura de hoy es larga, pero de mucha edificación. En esta oportunidad quiero hacer énfasis en los versículos del 23 al 35, que ha sido titulado por temas pedagógicamente: Los dos deudores. Es efectivamente, un pasaje conocido en la biblia para hablar del perdón, pero para ser honesta después de leerla otra vez; pude escucharme a mi misma en algunas situaciones u ocasiones de la vida diciendo: ¡ESTO ES IMPERDONABLE!

¿Se ha escuchado alguna vez diciendo o pensando esto?, pues tengo que decir con toda franqueza que eso mismo pensó el siervo que no perdono a su consiervo en esta escritura. No es lejano, esta muy cerca a nosotros y a nuestro corazón. Desafortunadamente aún vivimos creyendo que hay momentos, situaciones o personas de nuestra vida que no merecen ser perdonadas, pues por ellas o ellos también murió Jesús en la cruz; sé que nos cuesta; a mi me cuesta hasta los huesos muchas veces pensar en eso.

He hecho oraciones como: Señor ¡desaparécelo de la faz de la tierra!, o no permitas que en la vida pueda encontrármela. ¿Será que esa oración paso del techo? No estoy segura. En medio de nuestro dolor, resentimiento y rencor, alimentado por situaciones verdaderas y fuertes, hemos hecho oraciones que van en contravía a la palabra de Dios.

Debido a esto, cuando termine de leer el pasaje escuche una voz que clamaba diciéndome que el perdón es hijo de la misericordia; por lo que el pasaje en el versículo 33 dice:
  ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 

He llegado a varias conclusiones en este caminar con Dios y mi Jesús de la mano: el perdón es un milagro. Pero, además, solo cuando practicamos la misericordia en nuestro diario vivir, el milagro del perdón se manifiesta en nuestra vida.
¿Cómo oramos entonces?, en Romanos 12 dice que no maldigamos a los que nos persigan; así que nuestra oración debe ser transformada hacia la misericordia.

Padre, no podemos tener misericordia si tu no nos ayudas; mucho menos podemos perdonar si tu no vienes a obrar en nuestro corazón de manera milagrosa. Hoy te rogamos dos milagros en nosotros, uno por ser misericordiosos y el segundo por perdonar a quienes creemos que no se lo merecen, a pesar de nosotros mismos. En el nombre de Jesús. Amén.

Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio (TAS)
#MimetaesPerdonar

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